martes, 8 de abril de 2008

Casas nuevas

Este es un trabajo para la u, tenía que escribir algo de 1000 palabras, al final me salieron 1.648, pero, es algo que me debía, y aunque no está completo, por lo menos está...
La primera parte está en el blog, la primera casa nueva...
Me llamo Javiera, significa la de la casa nueva, el descubrir el significado hizo que terminara de creer que cada uno viene con un nombre desde antes de nacer, un nombre que define tu destino, o mejor dicho que va de acuerdo a el, por lo menos en mi caso van de la mano.
Mi vida siempre ha sido inestable, siempre me cambio de ciudad, cuando menos lo espero, constantemente estoy en casas nuevas, nuevas para mí, pero de todas han habido cinco que quedarán por siempre en mi memoria.

Mi primera casa nueva fue en La Paz, está en el barrio Irpavi.Según recuerdo; era inmensa (o yo era muy pequeña), era en las faldas de un cerro, siempre estuvo pintada color tumbo con blanco -le encantaba a mi abuelita-, era de dos pisos, y tres pisos más de jardines, bien cuidados, los jardines de mi infancia.Había un garzonier de dos dormitorios y uno de ellos era el "cuarto de juegos" de mi hermana y mío, teníamos muchísimos juguetes, y en el segundo dormitorio estaban las cosas de mi mamá.Siempre nos decía que no toquemos sus cosas, pero en esas pequeñas aventurillas de hacer lo prohibido descubrí dos cosas que recuerdo hasta el día de hoy: en un cajón de cartón, había un peine que me encantaba, era rojo y redondito, y tenía un agarrador para meter la mano, y, aunque no recuerdo si yo llevaba el cabello largo o corto, creo que me peinaba. El otro artículo prohibido eran unos audífonos inmensos, como de esos de las radios, y no sé porque solo me acuerdo de esos dos, se quedaron en mi mente hasta hoy, 14 años después.Por el tiempo que pasó no recuerdo con detalles precisos esa casa, solo sé que era grande y hermosa, tenía 3 livings con sus respectivos comedores, mi dormitorio tenía una puerta que conectaba con el de mi mamá, y había una salita familiar, con sillones de cuero y una mesita cuyo mantel era un aguayo. Al final del pasillo se encontraba el dormitorio de mi abuelita, que era inmenso, siempre con su cama bien tendida, con sus almohadas con fundas hechas a croché, unas eran para el día, y otras para la noche.Tengo muy pocos pero bellos recuerdos de esa casa, mi primera casa nueva, recuerdo la navidad que hasta hoy afirmo que ví a Papá Noel pasar en su trineo con el sonido de las campanitas y todo. También vienen a mi memoria los cumpleaños, cuando el fantasma que era nuestro huésped nos tumbó de la hamaca, los juegos en el jardín con mi hermana, la piscina que nos pusieron en el patio de adelante porque ahí daba más el sol, el ratoncito que apareció en el cuarto de mi mamá, al que adoptamos y todas las noches le dejábamos chocolates hasta que murió, (Mickey Q.E.P.D.), fue con velorio, luto, entierro y toda la cosa, la escalera exterior de caracol negra que había, por la que yo rodé como bola de boliche un 31 de diciembre...El año pasado pasé por esa casa, lugar de mis primeros recuerdos, y no era la misma... está pintada de un color mostaza, las flores ya no están, los balcones ahora son ventanas, y de seguro que el fantasma Mauricio ya la dejó, aunque solo iba de visita... la magia de esa casa se había ido, junto con nosotras, las Chávez Turello, que la dejamos sin mirar atrás.

La segunda casa que significa mucho para mí, en realidad no era una casa, era un departamento en la ciudad de Santa Cruz, ubicado en pleno centro. Siempre paso por ahí y me veo de 7 años mirando por la ventana de la cocina que daba a la calle, o también asustada cuando llovía y relampagueaba, ya que las ventanas eran de aluminio y temía que nos cayera un rayo.
Es un edificio viejo, el departamento nos lo dieron prestado, tenía tres dormitorios pero solo podíamos usar dos, el que sobraba era para los dueños que de vez en cuando venían de La Paz.
Vivíamos en el segundo piso, en el primero había la oficina de un abogado de pésimo carácter, fracasado y solitario. En el tercero vivía una señora mayor, con una hija, doña Chilla le decían, recuerdo que no tenía muy buen aspecto, era flacuchenta y amarilla y siempre nuestro departamento olía a sus cigarros marca Casino.
Algunos momentos que están en mi mente de ese lugar, son por ejemplo una vez que mi mamá viajó a La Paz y nos quedamos mi abuelita, mi hermana y yo solas, mi Nani (como llamaba a mi abuelita) compró -dentro de la pobreza en la que estábamos- 10 bs. de mandarinas, y una tarde, dormimos siesta mi hermana y yo mientras ella planchaba y al despertar nos sorprendió con una fuente llena de mandarinas ya peladas y cortaditas. Otro recuerdo que tengo es de el cuarto que compartía con mi mamá que tenía una cama de una plaza, y con mi hermana, que dormíamos en literas, todo por falta de espacio, aunque a nosotras (éramos niñas) nos parecía divertido. En ese departamento pasé la navidad en la que caí en cuenta que no existía Papá Noel, ya que por motivos económicos no llegaron los regalos.
El año siguiente a eso, las cosas mejoraron y pudimos irnos de ese lugar, el cual hasta el día de hoy que paso por ahí, me provoca una serie de sentimientos encontrados, nos mudamos a una casa en el barrio Las Misiones, ahí pudimos llevar a nuestra perrita Fofinha. No sé si será la verdad, o era porque por fin habíamos podido salir de esa “cárcel” de la cual hablo arriba, irónicamente ubicada en la calle Libertad, pero la nueva casa en Las Misiones me parecía gigantesca y hermosa, con un patio inmenso, con galerías para poner hamacas, con un árbol que parecía sacado del mejor cuadro, en el cual mi mamá instaló un columpio.
Recuerdo la primera noche ahí, cuando las puertas no tenían chapas todavía, yo, ingenua, puse una escoba en la puerta, por si algún ladrón aparecía, por lo menos la escoba al caer sonaría.
Vivimos menos de un año ahí y luego partimos para mi pueblo natal, Trinidad, donde teníamos dos casas céntricamente ubicadas pero abandonadas, nadie vivió en esas casas como por 7 años más o menos, ni siquiera sabíamos en qué estado se encontraban. Yo no conocía Trinidad pues salí de ahí cuando solo tenía un mes de nacida. Llegamos a un hotel y una tarde nos armamos de valor y fuimos a ver la casa donde viviríamos, a media cuadra de la plaza principal, como era de imaginarse, la casa estaba a punto de caerse, tal fue la conmoción de ver el lamentable estado de la construcción, que acabamos mi mamá mi hermana y yo llorando en un banco de la plaza, luego hicimos muchos arreglos y quedó relativamente habitable. Tengo mucha nostalgia al recordar esa casa, con su gigantesco árbol de manga en el patio, el cual se ve desde el aire, ahí celebré cumpleaños, hicimos fiestas, fue la última casa en la que vivió mi Nani, ya que un 28 de mayo decidió partir a encontrarse con mi abuelo, donde quiera que estuviese él.
En esa casa llegamos a tener siete perros, tuvimos una inquilina, ahí conocí el apasionante mundo de la radio, ya que en una sala que daba a la calle se encontraba instalada la emisora Virgen de Loreto, y yo hice mi debut en ese campo con mi programa “Chiquilladas”, con tan solo 9 años.
También aprendí a ganar mi propio dinero, así sea solo para comprarme las figuritas para los álbumes que coleccionaba, armé mi propio negocio de vender mangas en noviembre, aunque en un descuido me robaron todas las ganancias.
Partimos de esa casa, -la casa de mis nonnos, de donde mi Nani se escapó junto con mi abuelo a sus 15 años para no separase jamás- en la noche de Halloween del año 2001, rumbo a la quinta casa nueva que me marcó.
Es en una urbanización relativamente nueva, donde la calle todavía era de tierra. Yo estaba feliz pues mi mejor amiga –la que meses después me robó a mi primer amor- vivía al lado mío, aunque quedaba “lejos” del centro (a 12 cuadras de la plaza) ya que estábamos acostumbradas a vivir al lado del Club Social de Trinidad.
Es la casa de mi adolescencia, donde tuve mi primer cortejo, mi primera borrachera, pijamadas inolvidables, tardes de chicas y colgadas telefónicas, escapadas a mitad de la noche, serenatas en mi puerta, y hasta graffitis de amor en mi barda.
Cuando voy a Trinidad entro a esa casa y revivo mi época de adolescente, de hormonas alborotadas, veo dentro de mi closet escrita mi lista de “churros” y hasta puedo decir que siento el espíritu que nos visitó en una noche estúpida que jugamos ouija con mis amigas. Fue el ultimo lugar en el que viví en mi pueblo, al cual recuerdo con melancolía, pueblo en el que estuve 8 años de mi vida, donde aprendí parte de las cosas importantes que sé hoy, donde intenté aprender lo que es el amor y la amistad, pueblo en el que perdí a mi abuelita, pero supe lo que es familia, pueblo que me enamora cada vez que voy, pueblo donde crecí…
Dejamos Trinidad para irnos a vivir a Sucre, y luego de eso volvimos a Santa Cruz nuevamente, la lista de casas es extensa, sin embargo esas han sido las que recuerdo con una mezcla de nostalgia y cariño, sé que voy a vivir en muchos lugares más, mi estrella es errante y nómada, la lista continuará, mi destino es cambiante y aventurero.

2 ladrillos puestos :

  1. Vania B. dijo...

    Hermosa reseña casanuevera mi querida Javierisha.

    Te mando un abrazo enorme.

  2. Andrés Pucci dijo...

    lo importante es que queden los buenos recuerdos.

    Que viajera tu niñez y juventud.

    saludos!